IGLESIA
Al contemplar esta obra de Irene, observamos una ejecución sentida, una ensoñación que nos hace revivir cualquier momento escondido en el tiempo, aparece un mundo interior muy personal, con ausencia del color como esencia estructural, sin adornos ni aditivos, con unas sugerentes formas y con un equilibrio del movimiento.
Hay que hacer hincapié en la curiosa interpretación que la artista ha hecho de su pintura, por un lado la inquietante atmósfera que respira el cuadro, con esos símobolos y elementos paisajísticos tan irreales, y con un concepto claro de investigación, con movimientos en el trazo, recreando y consiguiendo sensaciones un tanto surrealistas. Y por otra parte el visible edificio, que nos da la auténtica dimensión del factor compositivo.
Original este trabajo, con resultados positivos, y con una representación sugestiva a través de esas zonas negras en diagonal, que potencian su carga emocional y aumentan, de esta manera, las posibilidades expresivas que ya posee.